¿Se puede ser un diseñador que no aporte nada relevante y conseguir un puesto en una gran marca como director creativo de una gran marca? Se puede, y sino que se lo digan a Jason Wu, que recientemente ha sido nombrado resposable de la sección de mujer de Hugo Boss.
En la moda, como casi todo en esta vida, es mejor caer en gracia que ser gracioso y este es el caso de Jason Wu, al que podríamos considerar el relevo generacional de Óscar de la Renta por su estilo, protegido de Anna Wintour y diseñador fetiche de Michelle Obama para las grandes ocasiones. Suyos fueron los vestidos elegidos por ella para el baile de la noche de ambas tomas de posesión de Barack Obama como Presidente de los Estados Unidos, algo que de forma indudable lo convierte en parte de la historia de la moda en ese país.
La moda se mueve a través de impulsos muy diferentes. Algunos diseñadores están más cercanos cercanos al arte, a la experimentación con los límites de las telas, del cuerpo humano y sus distintas combinaciones. Y pasan a la historia. O no.
Otros simplemente buscan que la belleza de sus clientas. Buscan el efecto “guau”, ese que suele buscarse cuando alguien se gasta una cantidad casi indecente de dinero. Algo perfectamente lógico y comprensible ya que mucha gente no quiere realizar grandes declaraciones de intenciones con su ropa. Simplemente quiere verse bien. O mejor dicho quiere verse inmejorablemente bien. Y algunos diseñadores, entre los que se encuentra Wu, se han especializado en eso. En ofrecer ropa bonita y que sienta bien. Ropa que no va a convertir a su clienta en la más moderna del lugar, pero que tampoco importa demasiado poruqe probablemente tampoco sea lo que busque.
Por eso muchas actrices (Diane Kruger o Kerry Washington son algunas de sus clientas más fieles) apuestas por él para las alfombras rojas, ya que para muchos medios se han convertido en una forma de crear contenido simplemente comentando qué lleva puesto quién, y a nadie le gustan las críticas y mucho menos en un negocio en el que la imagen lo es casi todo.
Y es a través de sus famosas clientas como aterriza en Vogue USA, vistiendo también a Michelle Obama para su primera famosa portada y como entra en ese nuevo grupo de diseñadores asiáticos de origen pero que desarrollan su carrera en Estados Unidos y que son la combinación perfecta para el mercado de moda más emergente del mundo. Unos hilos que lograron colocar a Alexander Wang en Balenciaga y que ahora sitúan a Wu en Hugo Boss, una marca con un potente mercado en los perfumes y un buen posicionamiento en la moda masculina pero que no conseguía arrancar en el mercado de mujer.
Tener a un diseñador joven y bien relacionado puede ser el empujón definitivo que la marca necesite para poder entrar en el terreno de las marcas más deseadas, que basan principalmente su reclamo en la firma que las diseña, como puede ser el caso de Phoebe Phillo que remonta cualquier marca en la que aterriza o el más reciente de Stuart Vevers para Coach en el que buscan renovar la imagen de la marca. Con la ventaja de que Hugo Boss ya tiene un nombre potente en la mente de los posibles clientes y Jason Wu un estilo conocido y que ha triunfado con su marca.
Es curioso como en el caso de Jason Wu resulta más interesante algunos aspectos de su biografía, cómo el hecho de haber empezado a diseñar ropa de muñecas o su recorrido vital desde su Taiwan natal hasta los Estados Unidos, que su ropa, a la que casi siempre se podrá calificar como bonita pero también como tremendamente aburrida. Y probablemente sea la opción más lógica para intentar entrar en el mercado de las alfombras rojas y las grandes cifras de ventas: la de la ropa que hace sentirse guapa a mujeres que están dispuestas a gastarse mucho dinero en eso.
Fotos | GTres
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