Todas las mujeres del mundo han querido tener un “look francés” en algún momento de sus vidas. Ese concepto tan inconcreto que puede ir desde del estilo más refinado al más bohemio, y que por supuesto cambia con las modas. Pero que debe mantener siempre ese ansiado chic tan aspiracional fuera de Francia. Isabel Marant ha conseguido posicionarse a la cabeza de ese ansiado hueco sin aportar nada nuevo, algo que sin duda tiene mucho mérito.
Gran parte de ese puesto es culpa de Vogue Francia. El nuevo “chic parisino” se ha escrito a imagen y semejanza de la que hoy es su directora Emmanuelle Alt: un estilo que empiza por la la cabeza, en la que el pelo estretégicamente despeinado es parte del look y termina en los pies con unos salones de tacón o botas en invierno. Un toque masculino que no pierde el sexy. Vaqueros pitillo blancos, negros o rojos con los bajos remangados. Algún toque militar, rockero, étnico según la temporada.
Además, conviene no olvidar que Alt es amiga íntima de Marant y que casualmente está casado con Franck Durand, consultor creativo de la marca. La unión hace la fuerza.
A todo eso le unimos a algunas famosas y a las modelos más fotografiadas tras los desfiles para los fotografos de street style con sus prendas y tenemos gracias al “paparazzi look” una de las mejores y más barata campaña de la historia de la moda.
Y ese “nuevo chic francés” cala en la moda low cost. Por su sencillez y por su falta de complicaciones. Marant se convierte en la firma más clonada de los últimos años: sus Willow (esas zapatillas con cuña interior), los salones de tacón con el lazo lateral, las blusas con bordados, jerseis de punto, camisetas de algodón de estilo deportivo, blusas con pedrería,… Y todo a pesar de que las marcas saben que recibirán una correspondiente denuncia pues Isabel Marant es una de las marcas que más denuncias ha puesto por plagio. Y las gana. Por ejemplo, en 2008 Naf Naf tuvo que pagar más de 75.000 euros por plagio de un vestido.
Por todo eso no resulta extraño que algunos tuiteros se hayan hecho eco de la noticia de su futura colaboración con H&M diciendo que no hace falta esperar a que la colaboración llegue a las tiendas en noviembre porque toda su colección ya está en cualquier Zara, Mango o el propio H&M.
Es lógico que tras el fiasco de ventas de Maison Martin Margiela la cadena sueca haya apostado sobre seguro. Yo también lo haría. Vender lo mismo que ya tienes en tu tienda por el doble o triple y un halo de exclusividad inexistente es el negocio perfecto. Serán muchas las que a pesar de tener las Willow en tres colores diferentes de alguna tienda de chinos (y que se han convertido gracias a la crisis en verdaderos termómetros de tendencias) se gastarán 100 euros en comprar unos botines con plataforma que esta vez sí pondrán Isabel Marant en la etiqueta.
Quizá este caso sea uno de los mejores ejemplo de la gran paradoja de la moda aspiracional frente a la low cost. Cómo Isabel Marant ha conseguido a través de fashionistas, egobloggers y amigas posicionar a una marca que no vende ni calidad, ni logos ni diseño, pero que agota los productos más clonados a pesar de sus precios astronómicos.
Es parte del mercado del lujo y a la vez se beneficia de la industria que le copia y a la que tanto critica, ya que sin esos clones de Inditex o el propio H&M ese mensaje no llegaría al gran público, y así conseguir que todo el mundo sepa que esa prenda es suya y pueda plantearse ahorrar para comprar un Marant by H&M. Además, le sirve cómo termómetro de pruebas para lanzar dos nuevas líneas: para hombre y para niños, que si funcionan podrían servir para ampliar su propio negocio.
Y es que cómo dijo un sabio “si no puedes con tu enemigo, únete a él”.
Fotos | GTres
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