Oh come here, copycat!
You’re my puppet, you know I love it!
Y así, con el sombrero en la mano, podría haber salido Nicolas Ghesquière al instante de comenzar el desfile más esperado desde que Raf Simons cogiese las riendas de Dior. Todo comunica, desde el contexto elegido para desfilar hasta la música que va añadiendo palabras al mensaje que transmiten las prendas. Esta vez no ha habido ascensores que suben a la pasarela, tampoco espectaculares trenes ni musas revividas fumando con gracia. Adiós a las grandes fuentes y a toda la imaginería: las prendas reales mandaban y Kelis daba voz al conjunto con bastante inquina.
Nicolas Ghesquière tenía la difícil papeleta de coger las riendas de la estrella apagada de Marc Jacobs. El hombre que revolucionó Louis Vuitton acabó eclipsado por su espectáculo, que no por su moda. El relevo tenía que llegar. A diferencia de Dior, Louis Vuitton se tomó con calma este cambio generacional tan necesario como es el del cese de otro alemán especialista en las tácticas que la escuela de Ghesquière no necesita.
La llegada de Raf Simons a Dior y la de Ghesquière a Louis Vuitton hablan de un contexto de cambio en el lujo. De tocar tierra después de vivir en algunas nubes, de querer acercar la marca a la realidad, aunque esto no se vaya traduciendo en éxito y sí en una tristeza de Alta Costura que nos venden como prêt-à-couture llorando en la lejanía a Galliano.
Tanto el diseñador belga como el francés son las cabezas más visibles de esta nueva moda de hoy en día. La diferencia es que uno ha entrado como relevo de la imaginación de la moda de Galliano y el otro como relevo de la imaginación del espectáculo de Jacobs. Pisar tierra en el arte y la sorpresa es difícil, más aún con un poso minimalista trabajado en Jil Sander que busca librarse del corsé de la ausencia de esquemas (y ya lo avisamos en su día). En cambio, Ghesquière pisa una tierra que lleva demasiado tiempo en barbecho, dominada por la imagen y necesitada de la base no de más rizos efectistas. Lo hace de la mano de Freja Beha Erichsen para dejarlo más claro.
Louis Vuitton ha encontrado en Nicolas Ghesquière su especialista perfecto para que el barbecho se lleve a cabo. Quizá esperó demasiado en el relevo, quizá, el pasado está hecho, no merece la pena dar más vueltas a ello, pero tiene todo el futuro por delante para crear una nueva imagen en una marca que por suerte no lo necesita. Louis Vuitton vende sola como marca. Sigue siendo la marca de lujo de mayor valor en estos últimos años. Solo en 2013 el grupo LVMH generó 3.436 millones de euros de beneficio, un 0,4% más que en 2013, siendo Louis Vuitton su marca más fuerte.
A diferencia de Chanel Louis Vuitton sí se renueva antes de ser demasiado tarde. Sí confía en un hombre que trae su gran gusto de moda, que al mismo tiempo vive del pasado de la casa como mira al futuro con personalidad, además de saber relanzar marcas míticas como hizo en Balenciaga. Ahí es donde radica la diferencia.
Ghesquière enamora a la primera, no necesita decir nada porque sus salidas sobre la pasarela ausente de efectismos ya lo hacen por sí solas, pero por si acaso alguien necesita un libro de instrucciones para entender su nueva filosofía con la que renovará Louis Vuitton nos deja el ‘Haunted’ de Beyoncé sonando de fondo.
What goes up ghost around
Ghost around, around, around, around(…)
Soul not for sale
Probably won’t make no money off this, oh well
Reap what you sow
Perfection is so, mmmIt’s what you do, it’s what you see
I know if I’m haunting you, you must be haunting me(…)
It’s where we go, it’s where we’ll be
(…)
On to you, I’m on to you
De esta manera sí se renueva una marca.
Sitio oficial | Louis Vuitton
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La noticia Nicolas Ghesquière es el futuro de un lujo llamado Louis Vuitton fue publicada originalmente en Trendencias por Natxo Sobrado.